"Apareciste por vez primera ante el Lector en una librería, tomaste forma apartándote de una pared de estanterías, como si la cantidad de los libros hiciera necesaria la presencia de una Lectora. Tu casa, al ser el lugar donde lees, puede decirnos cuál es el lugar que los libros tienen en tu vida, si son una defensa que tú interpones para mantener alejado al mundo de fuera, un sueño en el que te hundes como en una droga, o bien si son puentes que lanzas hacia el exterior hacia el mundo que te interesa tanto que quieres multiplicar y dilatar sus dimensiones a través de los libros. [...]
Veamos los libros. Lo primero que se nota, al menos al mirar los que tienes más a la vista, es que la función de los libros para ti es la de la lectura inmediata, no la de instrumentos de estudio o de consulta ni la de elementos de una biblioteca dispuesta con arreglo a un orden. A lo mejor alguna vez has intentado dar una apariencia de orden a tus estanterías, pero toda tentativa de clasificación ha sido rápidamente trastornada por aportaciones heterogéneas. La principal razón de que estén juntos los volúmenes, aparte de la dimensión por más altos y más bajos, sigue siendo la cronológica, el haber llegado aquí uno tras otro; en cualquier caso, tú sabes siempre orientarte, dado que no son muchísimos (debes de haber dejado otras estanterías en otras casas, en otras fases de tu existencia), y que quizá no te ocurre a menudo tener que buscar un libro que ya hayas leído. [...]
Entre tus libros, en este conjunto que no forma una biblioteca, se puede distinguir empero una parte muerta y durmiente, o sea el depósito de los volúmenes descartados, leídos y raramente releídos o bien que no has leído ni leerás pero que de todos modos conservas (y limpias), y una parte viva, o sea los libros que estás leyendo o tienes intención de leer o de los que no te has apartado aún o que te gusta manejar. A diferencia de las provisiones de la cocina, aquí es la parte viva, de consumo inmediato, la que dice más sobre ti. Bastantes volúmenes están diseminados por todas partes, algunos abiertos, otros con registros improvisados o esquinas de páginas dobladas.
Se ve que tienes la costumbre de leer varios libros al tiempo que eliges lecturas distintas para las distintas horas del día, para los diversos rincones de tu reducida morada: hay libros destinados a la mesilla de noche, los que encuentran su lugar junto a la butaca...
Podría ser un rasgo importante que se agrega a tu retrato: tu mente tiene paredes internas que permiten separar tiempos distintos donde detenerse o correr, concentrarse alternativamente en cauces paralelos. ¿Bastará esto para decir que quisieras vivir varias vidas simultáneamente? ¿O que electivamente las vives? ¿Es decir, que separas lo que vives con una persona o en un ambiente de lo que vives con otras y en otros lugares? ¿Quizá en cada experiencia das por supuesta una insatisfacción que sólo se compensa en la suma de todas las insatisfacciones? [...]
¡No creas que el libro te pierde de vista! Lector, el tú que había pasado a la Lectora puede de una frase a otra volver a apuntar hacia ti. Sigues siendo uno de los tú posibles, ¿Quién osaría condenarte a la perdida del tú, catástrofe no menos terrible que la perdida del yo? Para que un discurso en segunda persona se convierta en novela se necesitan al menos dos tú distintos y concomitantes, de la multitud de los él, de los ella, de los ellos”.
Si una noche de invierno un viajero, Italo Calvino.
Veamos los libros. Lo primero que se nota, al menos al mirar los que tienes más a la vista, es que la función de los libros para ti es la de la lectura inmediata, no la de instrumentos de estudio o de consulta ni la de elementos de una biblioteca dispuesta con arreglo a un orden. A lo mejor alguna vez has intentado dar una apariencia de orden a tus estanterías, pero toda tentativa de clasificación ha sido rápidamente trastornada por aportaciones heterogéneas. La principal razón de que estén juntos los volúmenes, aparte de la dimensión por más altos y más bajos, sigue siendo la cronológica, el haber llegado aquí uno tras otro; en cualquier caso, tú sabes siempre orientarte, dado que no son muchísimos (debes de haber dejado otras estanterías en otras casas, en otras fases de tu existencia), y que quizá no te ocurre a menudo tener que buscar un libro que ya hayas leído. [...]
Entre tus libros, en este conjunto que no forma una biblioteca, se puede distinguir empero una parte muerta y durmiente, o sea el depósito de los volúmenes descartados, leídos y raramente releídos o bien que no has leído ni leerás pero que de todos modos conservas (y limpias), y una parte viva, o sea los libros que estás leyendo o tienes intención de leer o de los que no te has apartado aún o que te gusta manejar. A diferencia de las provisiones de la cocina, aquí es la parte viva, de consumo inmediato, la que dice más sobre ti. Bastantes volúmenes están diseminados por todas partes, algunos abiertos, otros con registros improvisados o esquinas de páginas dobladas.
Se ve que tienes la costumbre de leer varios libros al tiempo que eliges lecturas distintas para las distintas horas del día, para los diversos rincones de tu reducida morada: hay libros destinados a la mesilla de noche, los que encuentran su lugar junto a la butaca...
Podría ser un rasgo importante que se agrega a tu retrato: tu mente tiene paredes internas que permiten separar tiempos distintos donde detenerse o correr, concentrarse alternativamente en cauces paralelos. ¿Bastará esto para decir que quisieras vivir varias vidas simultáneamente? ¿O que electivamente las vives? ¿Es decir, que separas lo que vives con una persona o en un ambiente de lo que vives con otras y en otros lugares? ¿Quizá en cada experiencia das por supuesta una insatisfacción que sólo se compensa en la suma de todas las insatisfacciones? [...]
¡No creas que el libro te pierde de vista! Lector, el tú que había pasado a la Lectora puede de una frase a otra volver a apuntar hacia ti. Sigues siendo uno de los tú posibles, ¿Quién osaría condenarte a la perdida del tú, catástrofe no menos terrible que la perdida del yo? Para que un discurso en segunda persona se convierta en novela se necesitan al menos dos tú distintos y concomitantes, de la multitud de los él, de los ella, de los ellos”.
Si una noche de invierno un viajero, Italo Calvino.
Gracias, Lorena, por invitarme a ver tu blog, me parece una aventura fantástica con tus alumnos de 2º ESO, aunque nadie lo diría por lo que escriben, parecen avezados escritores, si no me dices que son de 2º hubiera pensado que eran de Bachillerato. Lo seguiré como un verdadero fan
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